Llegaste un frío mes de febrero en una caja junto a tus otros cinco hermanos.
Tu madre, desde el primer momento dio pinceladas de lo que luego demostró: ser una madraza.
Todos salieron adoptados menos tú y tu hermano Tiguer, pero si bien sufriste los efectos colaterales del abandono de tu madre, tu vida no fue traumática.
Rodeado de atenciones, cariño hasta que llegaste a los 6 meses de edad y junto con Tiguer, entraste a formar parte de la familia sospeludera.
Un corazón con patas. Bonachón hasta la médula. Cariñoso para aburrir. Así eras y sigues siendo Kiko.
Pasó el tiempo y tus últimos 8 meses los pasaste en el calor de varios hogares de acogida.
[/fusion_builder_column][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»]Tú adaptabilidad y tu buena predisposición para llevarse bien con el resto de peludos, pusieron las cosas muy fáciles.
Y llegó el momento antes de cumplir un añito, que una familia se interesó por ti y tuviste que seguir esperando un poquito más para el gran día.
Hoy te recibieron con los brazos abiertos.
Hoy llegó tu momento.
Vive, disfruta, quiere, sé libre nuestro pequeño Kiko, porque sin duda lo mereces.
Por aquí te echaremos de menos, pero el gozo no cabe en nosotros, porque hemos logrado lo que jamás debería faltarte: encontrar la mejor familia.[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]